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Acepto no ser igual que la gente.
Lo acepto gustosa. La gente me da asco. La gente, no las personas. Es distinto.
La gente es ese cúmulo de humanos y pseudohumanos que piensa igual, en gris. Es triste que una persona piense gris, porque nunca matiza qué gris es. Además la gente viste igual, viste lo mismo. Mismas camisetas, mismos pantalones y zapatos. La gente oye lo mismo, enciende la radio y no sabe qué oye, porque no escucha. La gente, además, compra lo mismo y viaja a los mismos sitios. Va a los mismos garitos y acepta lo mismo que el resto de gente, porque ya os lo dije, piensa igual.
Las personas no. Las personas piensan gris, pero matizan si es gris humo, gris perla, gris lila o gris plateado. Incluso algunos piensan negro o blanco, pero esos casi también son gente, porque nunca radicarán ni un poquito del blanco o del negro.
Las personas pueden vestir cosas que viste la gente, pero las personalizan. Combinan cosas distintas, sin miedo a que alguien les diga que ese pantalón va horrible con esa camiseta. "A mí qué?" contestarán las personas. La gente correrá a casa a conjuntarse con el resto de gente, para no sobresalir, o para ser más parecida y menos rara.
Y las personas escuchan lo que quieren, no lo que les ponen. Que me ponen reggaeton, contrarresto con Welcome to the jungle. Que me ponen tontipop, un solo de jazz calentará sus heladas neuronas.
Las personas eligen el lugar de sus viajes por el lugar, no por la gente que va, y no compra lo mismo porque lo compre la mayoría. La mayoría puede estar equivocada, frente al pensamiento generalizado de que lo que piensa la mayoría es lo cierto y lo correcto (pregúntenle si no a aquel sabio que en el s.XV fue encerrado en su casa por decir que la Tierra era redonda).
Las personas van a los garitos que les gustan, no a los que están petados. No se divierten más porque no tienes espacio para respirar sin comerte el pelo de otro. Se divierten porque les gusta ese ambiente, esas personas que los acompañan, esa bebida X que solo puede comprar allí.
Y ahora la gente intenta silenciar la voz de una persona. La voz de una ''rara''. Y sepa la gente que jamás me callará. Pues seré rara, pero mi rareza me hace única. Y el ser único significa ser exclusivo.
Ser exclusivo es algo que hoy por hoy está mal y sobrevalorado por la gente. Mal valorado porque no saben que la exclusividad no la dan estos pendientes o este bolso, ni este trabajo. La da esta mente, estas ideas o este proyecto. Y sobrevalorado porque al estar mal valorado, al tener ese concepto erróneo de que exclusividad es algo superficial y simple, la gente superficial y simple desea ser superficial y simplemente exclusiva. No sé si me explico, si no lo comprendéis me lo decís.
Bueno, que me lío. Jamás me callarán, porque mientras mi corazón lata y mi cerebro reciba sangre, oxígeno y glucosa seguiré pensando. Tal vez pareceré callada, tal vez creerán haber vencido, pero en eso radica el poder de nuestras mentes. Solo nosotros somos dueños de lo que pensamos, aunque no queramos aceptar tamaña responsabilidad.
Por ello, yo que sí quiero ser dueña de lo que pienso, y que de hecho lo soy, seguiré hablando, pensando y escribiendo. Tal vez no en un best seller, tal vez no en un periódico o un blog, tal vez ni siquiera lo haga en un folio. Pero siempre escribiré en el libro más poderoso de la historia, el libro más libre y más complejo que jamás se pudiese escribir, el libro más amplio y completo. La mente de una persona.
Mis historias, mis ideas e ideales, mis relatos, mis opiniones... Siempre, siempre estarán grabadas en mi mente. Y ese es un libro que no estoy dispuesta a dejar de escribir. Porque el poder de expresión, de pensamiento, es la más poderosa arma que jamás unas manos puedan empuñar.
Forgiven Princess