12.11.08

Kei y Shinji (VI - Final)

Nota: Esta es una recopilación de los capítulos, para aquellos que, o se perdieron la historia, o quieren volver a leerla.
Parte I
Parte II
Parte III
Parte IV
Parte V



Descubrió, para su sorpresa, que las chimeneas estaban encendidas, y los candelabros también, por lo que la casa parecía llena de vida, de aquella vida que perdió antaño. El ambiente, dentro de la casa, era menos frío que el de la calle, pero seguía sin ser cálido, ni tan siquiera ligeramente.

Vió pintadas en rojo brillante unas flechas en la escalera y la pared de la misma, que conducían al piso superior, y de este al superior. Dirigían al ático de la casa, conocido por sus dimensiones extravagantemente grandes. Shinji subió temeroso.

Por la diferencia de temperatura se subió un poquito las mangas, con tan mala suerte que se hizo un corte relativamente profundo que sangraba profusamente. Soltó una maldición y continuó subiendo la escalera, esperando lo peor. Y al entrar a la habitación descubrió lo que podía llegar a hacer la locura de un muchacho de su edad.

Por todas las paredes, de 5 metros de alto, podía observar la frase:Me engañaste, sufrí, ahora sufre tú. En distintas tonalidades de rojo y distinto tamaño. Pero lo peor no era aquello, no. Lo peor era que, donde antes pendía impasible al paso de los años una enorme lámpara de araña, ahora colgaba inerte el cuerpo desnudo de su amado.

La cara estaba negra, era dificil distinguir sus bellísimos rasgos. Tan solo sobresalían, de forma grotesca, aquellas furias verdes, aquél fuego frío como un puñal, atravesándolo.
En todo su cuerpo se veían cortes de poca profundidad, seguramente autolesiones que Kei se inflingía en sus sesiones de tortura mental. Pero habían dos realmente llamativos. en sus antebrazos, varios cortes se entrecruzaban para formar las letras de su nombre: Shinji.

Su cuerpo, azulado por la falta de oxígeno y por el frío, le dejó claro que su amor había sufrido muchísimo antes de morir, pues se asfixió, no se rompió el cuello. El shock fue tremendo. Un viento repentino soplaba intempestivo, y apagó las velas de la casa. Shinji gritaba, saltaba, intentaba bajar el cuerpo de Kei del lugar en el que estaba, del macabro escenario en el que representaba su espectáculo final, pero el cuerpo estaba a demasiada altura como para alcanzarlo saltando.

Poco a poco su voz se apagaba, pero no porque sus gritos fueran más débiles, o por que la tormenta sentimental que inundaba su mente estuviese amainando, sino porque sus cuerdas vocales se rendían lentamente.

Golpeaba el suelo, las paredes, lloraba sobre el suelo, hasta que se quedó dormido bajo el cadáver flotante de Kei.

Cuando despertó se sentó contra una pared, frente al cadáver, y lloró en silencio la muerte de su amado por culpa de su locura, hasta que sus lágrimas formaron un charco de barro con el polvo acumulado tras años de abandono de la casa.

Pasó allí el día completo, y durmió allí. Al día siguiente, de madrugada, volvió a casa. Estaba lleno de polvo y barro, tiritaba y unas profundas ojeras adornaban su precioso rostro.
Sus padres estaban en el salón, pegados al teléfono. Su madre lloraba desconsolada, hasta que al verlo aparecer lo miró con ojos incrédulos y lo abrazó.

Shinji mintió. No habló de Kei, no habló de la casa, no habló de donde estuvo. Simplemente dijo que un grupo de chicos de su edad lo habían agarrado y le habían dado una paliza, pero que no presentaría denuncia contra ellos, porque tenía miedo de represalias, y que por favor no intentasen convencerle de lo contrario.

Los meses pasaron, y Shinji continuó con sus estudios. Sacó las mejores notas de toda la comarca en la que vivía, y estudiaba en una de las mayores universidades del país.

Allí conoció a Alberto. Todos los sábados quedaba con Alberto, o eso creían sus padres. Realmente Alberto no existía. Cuando quedaba con Alberto, se dirigía a la vieja casa en la que, un día, la locura llevó al suicidio a la persona que más había querido y más querría jamás. Y lloraba, lloraba en silencio, gritaba sin voz y golpeaba sin fuerza, observando impotente que ni tan siquiera el tiempo arrancaba los restos de Kei de la soga con la que se suicidó.

Tal vez sí cayó su cuerpo, tal vez sí lo hicieron sus huesos y su pútrida carne, pero cuando Shinji entraba en la sala, Kei presidía todo desde su soga desnudo, con aquél nombre grabado en los brazos, y su intensa mirada ígnea clavada en él.

Forgiven Princess

P.D. Perdón por el retraso y por la ausencia. Lo sé, soy lo peor.

4 comentarios:

Thiago dijo...

Cari, eres tremenda, eres lo peor... Y nada de perdón por retraso, pide perdón por un final tan truculento, jaja Un final feliz no era literario, no? jaja bueno, me da rabia que se termine la historia, pero vamos...

Espero que algún día me escribas una historia de amor pero de final feliz, que es mas dificil, eh, jaja

Bezos

Forgiven Princess dijo...

Iago:
Ya avisé, no sería un final feliz ni bonito ;)
Sí es literario, pero es más complicado encaminar las historias para que salgan bien.
Algún día la escribiré cari, y te la dedicaré ;)

Besos!

Luna dijo...

ais... que me quedo compungida...y acojoná tb..que un fiambre colgando a mi romántico no me parece... :S

Me ha gustado, pero me da penita....
jo...tan monos ellos, y mira...
la espera a merecido la pena..(y eso que no se que hice que no me había enterado del capítulo anterior, ando en babia hija...)
Espero una próxima historia eh! ^^

Muchos besotes princesita

Forgiven Princess dijo...

Luna:
Tanto rarillo sí ha quedado, pero bah, yo no pienso al escribir xD
La anterior te la perdiste porque entre parte y parte tardé un cuarto de hora en publicar, más o menos :D

Voy a empezar a pensar para la próxima ;)

Besicos luna lunera cascabelera bajo la cama tienes la cena! (o algo así xDDD)