23.4.09

El libro que quería ser libre

Hace un tiempo, cuando estaba inmersa en la lectura de un gran libro inglés, sin querer caí en brazos de Morfeo. Y mientras dormía, soñé que, sentada en una mesa, tomaba café con un libro. Y el libro me dijo así:

- ¿Sabes qué, princesa?

- ¿Qué pasa, libro?

- Que me he aburrido de ser libro. Siempre igual, no tenéis respeto por nadie. No es divertido ni agradable que lo abran a uno en canal día tras día, que lo escruten y examinen meticulosamente. Mucho menos que le doblen las hojas, o que lo pinten. Oh, que me pinten... Eso sí que lo odio. Yo no voy por ahí dejándome la tinta sobre nadie, no sé por qué he de cargar yo con la tinta de otro.

- Nunca lo había visto así... Entonces, ¿te hago daño al leerte? Lo siento, no era mi intención.

- No, daño no. Es molestia, porque, al fin y al cabo, nací para esto, y solamente vivo para ello. Pero... Mira, princesa, pasaran los años, y seguiré abriéndome y cerrándome. Los niños, si me leen, mancharán y romperán mis hojas. Tal vez termine olvidado en una estantería para los restos, y tal vez no pueda dormir ni una noche tranquilo porque un noctámbulo se entusiasme en mi lectura. ¿Entiendes ahora?

- Sí, sí... De veras que lo siento, libro. Procuraré cuidarte lo mejor que pueda, para que no amarilleen tus páginas y no se pierdan tus líneas.

- Aún así... No seré feliz. Me conservarás en una caja, envuelto en un paño, con un insecticida poco agresivo que mantenga a raya a las termitas y carcomas. Pero... Yo quiero ver mundo, princesa. Quiero viajar a Inglaterra, quiero conocer los canales de Venecia, descansar en un banco de Amsterdam y comer hamburguesas en Nueva York. Quiero ver un amanecer en la playa y un atardecer en la montaña, y una luna llena desde un barco. Quiero... Quiero todo eso y mucho más, princesa.

Me quedé muda, no podía imaginar que un libro, tan destinado por definición, tuviese tantísimas inquietudes como aquél me demostró. Y la verdad es que intenté ayudarlo. Lo metí en la mochila de cada amigo que viajó a un lugar de los que él me nombró en el sueño, y lo llevé conmigo en mis escapadas y excursiones.

Pasado un tiempo se comenzó a ajar lentamente, y me dio pena. Poco a poco, perdía sus hojas. Me di cuenta 4 años después de que comenzara a ''viajar''. Siempre le faltaban una hoja, dos, tres, a su vuelta.

Al final, en una escapada perdí la mochila, y con ella el libro. Pensé que jamás volvería a saber de él. Sin embargo, un día, mientras limpiaba la biblioteca, encontré una hoja que parecía de aquél viejo libro que me habló. Tan solo había escrita una palabra...

Gracias.

¡Feliz día del Libro a todos!
I feliç dia de Sant Jordi també!


Forgiven Princess

2 comentarios:

anapedraza dijo...

¡Sigue soñando!

¡Un beso!

MIGUEL

sonia dijo...

que historia mas bonita.