6.2.12

Perder la virginidad

¡Jajá! Cuando terminéis de leer este post, pensaréis que os he timado, por el título del mismo.
Hacía tiempo que mis dedos no recorrían por primera vez algo tan suave. Hacía frío, tenía el vello erizado sólo con la idea de lo que iba a hacer. Al principio nos costó un poco colocarnos y acomodarnos, pero después fue como recordar montar en bici: todo vino solo. De piel oscura y sensual, con unas curvas deliciosas y unos dientes perfectos, así eras cuando te vi por primera vez. Al verte sin nada encima pensé: qué maravilla, ¿puede haber algo tan bello?
Nerviosa me senté frente a ti. No había prisa, estábamos conociéndonos. Te acaricié y observé detenidamente por unos segundos. Aspiré tu aroma.
Posé mis manos sobre ti, y despacio fui recordando cómo arrancar sonidos desde lo más profundo de tus entrañas tras el paso de mis fríos dedos.
Poco a poco fuimos cogiendo confianza y entonces llegó el tan esperado momento.
Cogí mi libro de Preludios, Nocturnos y Valses de Chopin, lo abrí por la página 253 y empecé a tocar.
Y así fue la primera vez que toqué en un piano de media cola. ¿Qué esperábais, sexo? Sabéis que en este blog ese tema se trata poco, que hay cosas que mejor con hechos que con dichos...
Fuera bromas, lo cierto es que ansiaba recuperar esa sensación siempre vieja, siempre nueva, que siento al tocar un piano. Es especial, diferente cada vez. Como si no te perteneciese, y como si fueses la única persona del mundo capaz de sentirla. Como la seducción. Como si entre las teclas y tus manos se crease una unión que os funde al piano y a ti en un solo ser perfecto, a su manera.
Nunca respeto el tiempo, prefiero sentir la música brotar a su ritmo, sin prisa, sin pausa, con cadencia, con sentimiento. La lástima que se apodera de ti cuando acaba una obra, la felicidad cuando comienza la siguiente.
Prefiero tocar sola, porque puedo dejarme ir y poner mi corazón entre el piano y mi pecho. Porque puedo dejar salir todos mis miedos y enfrentarlos con trinos fortíssimos y con largos y tristes pianos. Porque puedo reir, cantar y llorar mientras mis emociones se funden con las corcheas y las fusas. Porque no hay mejor manera de calmar los nervios o de expresar tu ira que la sensual danza de unas manos sobre las teclas de un piano.
Y por eso hoy os dejo ver un poquito más de mí, porque he vuelto a sentir esa sensación al acariciar a un nuevo amigo.

Forgiven Princess

1 comentario:

Anónimo dijo...

Digas lo que digas, estabas pensando en mí cuando escribiste esto jaja