Hace algún tiempo, en un antiguo faro de la costa noruega, un hombre llamado Gunnar pasaba su vejez tranquilamente desarrollando su labor como farero. Su nombre denotaba aquello que fue en el pasado, un hombre de armas. Tiempo atrás defendió a su patria, y ahora salvaba vidas desde aquell viejo edificio a rayas.
Nunca estuvo con una mujer, y sin embargo amó hasta el último de sus días.
Aquel hombre sentía a menudo profundos sentimientos contradictorios. Amor y felicidad, y tristeza y desesperanza.
Los primeros, porque veía a su amor, los segundos, por no poder tenerla entre sus brazos.
Y seguramente diréis. ¿Y cómo veía a su amor, si por todos es sabido que los faros son lugares solitarios? Pues bien, a continuación, si gustáis seguir leyendo, podréis conocer la historia de Gunnar.
Noche tras noche, mes tras mes, año tras año, observó a su amor desde aquel ajado sillón de cuero del faro. La noche lo envolvía, y el silencio solo era turbado por el sonido de la brisa y las olas del mar.
Y lo inundaba el cariño y la felicidad, pues su amor seguía tan brillante y tan preciosa como el mayor de los diamantes.
Y cada una de esas noches, retrató a su amada, pues siempre era distinta, enigmática. Tan blanca como el más blanco de los jazmines, tan bella como solo ella podía serlo.
Una noche, su enamorada lucía un tono más cálido de lo normal, más anaranjado, más vivo. Abandonó su blanca piel, y adquirió un matiz que la hacía más atractiva.
Aquella noche el amor lo sacudió como las olas que acosaban la costa en el frío del invierno.
Y como cada noche, sintió tristeza y desesperanza, pero al verla tan bella, tan seductora, tan deliciosamente bonita, decidió que ya bastaba de mirarla. Se había cansado de amarla en la distancia, y, tras coger impulso, recorrió a grandes zancadas el faro mientras corría, tumbó aquél viejo sillón al saltar sobre él, y, tras una magistral muestra de agilidad, atravesó el cristal y se precipitó al acantilado que sostenía el faro.
Pobre Gunnar, pensaréis. Sin embargo, mientras volaba hacia su destino fatal, su amada le habló, y así fue lo que le dijo:
-Muchos hombres me han deseado, y ninguno como tú. Todos ellos me querían de una forma egoísta, me querían para sí. Sin embargo, Gunnar, amado mío, tú aguardaste años, décadas incluso, observándome noche tras noche, y siempre retratándome. Siento que el haberme mostrado hoy de esta forma te haga perder la vida, una vida que yo tanto he sabido apreciar.
Así pues, amado mío, deja que tu alma vuele hacia mí, y nos tendremos el uno al otro durante toda la eternidad.
Desde entonces, ciertos días del mes, aquella gran señora blanca se torna en matices anaranjados, y es así como ella le agradece su amor a aquel viejo noruego, que ahora forma parte de ella.
Aquel viejo lobo de mar estaba enamorado de la luna.
Forgiven Princess
6 comentarios:
d'oh de nuevo poesía xD. El cuento está bien, aunque nunca entenderé a estos románticos (de hecho poca gente los entiende, aunque muchos creen ser "sensibles" y parecerse a ellos...). yo solicito un cuento de serie B: gana el malo, los buenos mueren y todos contentos (al menos echariamos unas risas no?:P)
un saludo
Bueno, cari.. Este Gunnar estaba un poco loco, ehhhh! Mira que enamorarse de la Luna!!! No lo entiendo, yo estoy enamorado del MAR que es mucho mas guapa, jajaaj
Bezos.
Cinic Visión:
No, no, poesía no. Narrativa... No es cuento de ningún romántico, es mío ;)
Lo escribí anoche, en un alarde de locura mezclada con aburrimiento y una pizca de nostalgia.
El próximo te lo dedico, de serie B, apuntado xD
Un besote!
Iago:
Sí, estaba loco.. Pero no sabes la de locos que hay.
Y tu amado refleja a la de Gunnar noche tras noche, como en la imagen.
Un besote!
Ive read this topic for some blogs. But I think this is more informative.
Pues a mí me ha parecido un loco encantador que ha perseguido sus sueños hasta alcanzarlos. Le admiro y le envidio, yo no tengo tanto valor.
Un beso, princesa.
Bira:
Eeeeeeeeso era lo que yo quería transmitir.
Qué bien que lo hayas comprendido ;)
Un besote!
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