13.1.08

Roberto y ella (II)

No era espectacular, no era el alma de la fiesta.
Ni siquiera parecía querer destacar entre una panda de patanes.
Vestía un vestido corto, de color oscuro, y zapatos de tacón.
Jugueteaba con el vaso del tequila, con la mirada ausente, escuchando los lamentos de algún camarero que limpiaba un vaso que no recuperaría nunca el brillo que tuvo antaño.

Roberto continuó avanzando hacia la barra.
¿Por qué había entrado aquél día en ese bar? No estaba cerca de su casa, no era el tipo de lugar que le gustaba, ni la música era buena.
Pero, sin saber por qué, al salir del trabajo, en vez de ir a por su coche, había ido a aquel local.
Y allí estaba, con su traje del trabajo, el maletín en una mano y el abrigo en el brazo izquierdo.

Cuando entró solamente lo miró el camarero, que izó una mano en señal de saludo.
- ¿Qué te pongo, campeón?
- Un whisky doble con hielo, por favor.

Se sentó un par de taburetes más allá Ella. Cuando el camarero le trajo su bebida, no la tocó.
Aquella mujer... ¿Qué veía en ella, que le impedía apartar la mirada de su cuerpo?
Estuvo mirándola unos minutos, embobado.
- ¡Eh, tú, imbécil! ¿Se puede saber qué coño miras?
- Lo siento, pero desde que entré en este lugar, su presencia me impide apartar la vista de usted. ¿Puedo saber su nombre?
- No, no puedes. Y no me trates de usted, no soy tan mayor.
- Perdón, no quería ofenderte. ¿Me dirás entonces qué hace una chica como tú en un sitio como éste?
- Eres superoriginal a la hora de ligar, ¿eh?
-Creo que estoy incomodándote con mis preguntas. Siento haberte molestado, ya me marcho.

Roberto apuró de un trago ardiente su whisky, pagó la consumición y salió del antro.
Comenzó a caminar despacio hacia el coche, con la cabeza gacha y los hombros encogidos.
Cuando había recorrido poco más de 20 metros, una mano agarró delicadamente su chaqueta.

- Hey, perdona, no quería hacerte huir.
- Da igual, de todas maneras tenía que marcharme. ¿Por qué me has seguido?
- Porque nunca ningún tío me había tratado así.
- ¿Así como?
- Como una mujer, y no como un trozo de carne.
- Ah, vale. Bueno, me tengo que ir, mi solitaria casa me espera.
- ¿Dónde vives?
- Un poco lejos. A unos 20 minutos en coche.
- Pues vamos, te acompaño.

Sorprendido y confuso, Roberto llevó a la chica hasta su coche, montaron y fueron a su casa.
Al llegar le preguntó:

- ¿Quieres pasar?
- Hombre, claro, no esperarás que te vaya a dejar en la puerta de casa y volverme andando.
- Claro, soy idiota, lo siento. Pasa, pasa.

Entraron en casa de Roberto, y éste le mostró a la chica donde estaba el salón.

- Ponte cómoda, voy a encender la chimenea. ¿Quieres algo de beber?
- Lo que tomes tú.

A los 2 minutos volvió con dos bebidas muy oscuras, con olor dulzón.

- ¿Ya me quieres envenar?
- Bebe y calla, ya me contarás que te parece.

Bebieron en silencio. Ella observaba la estancia, él la observaba a ella.
Cuando sus miradas se cruzaron, se quedaron fijas, mirándose el uno al otro.

En el silencio de la casa, dos vasos golpearon el suelo, silenciados por la espesa alfombra que cubría el suelo.

Continuará...


Forgiven Princess

2 comentarios:

Buttercup dijo...

Esta muy bien tu relato,me gusta,muy bien enfocado,no deja ningún tipo de duda,eso si,estaría bien saber algo mas de Roberto,el motivo de esa soledad melancólica que le atormenta casi todo el tiempo...
Bueno,esperaré a la tercera parte.
Un beso...

Forgiven Princess dijo...

Buttercup:
En Roberto quería reflejar ese tipo de persona tímida, que nunca se atreve a dar el primer paso, y cuando ella le da el corte se queda un poco pasado, por eso se marcha.
Lo de su melancolía es porque acaba de salir de una ruptura con alguien con quien ya vivía, por eso dice lo de ''solitaria casa'', pero también era mucho esperar por mi parte que se entendiese sin dar ningún tipo de explicación, fallo mío.

Un beso muy fuerte!

Forgiven Princess