Aquel día, como tantos otros, se incorporó en su cama. 135 centímetros de soledad, pensó. En fin. Se giró hacia su izquierda, encendió la lámpara de su mesita de noche y se frotó los ojos. La cálida y tenue luz que desprendía la bombilla contrastaba con los fríos rayos de luz que se colaban por la ventana. El Sol, perezoso, todavía aguardaría un par de horas para iluminar con su dorado brillo la habitación.
Se desprendió de las mantas que le cubrían y puso los pies desnudos en el frío suelo. Maldijo silenciosamente mientras buscaba a tientas sus zapatillas de estar por casa. No había dormido bien, le dolía todo el cuerpo, y el gélido contacto del mármol tan imprevisto le ponía de mal humor. Se rascó el mentón y se levantó del todo. Avanzaba torpe por la estancia, tropezó con los pies de la cama y maldijo nuevamente.
Caminó por el largo pasillo hasta alcanzar la cocina. Aquella estancia le representaba perfectamente: negro, blanco y rojo. Sencilla, minimalista, muy futurista, formas rectas y duras complementadas con objetos de contornos redondeados y círculos perfectos. Sin duda, muchos podrían pensar que una cocina así solo aparecía en las revistas, que nadie era tan frío, tan impersonal, como para tener una cocina así. Se dirigió hacia el estante, cogió el café y molió unos granos. Unos 15 minutos más tarde, frente a la portada de un diario nacional, se deleitaba con aquel café que había aromatizado con canela y clavo.
Se puso un pantalón elástico corto y una camiseta de tirantes, la banda que sujetaba su reproductor de música en el brazo izquierdo y una tira reflectante en el derecho, ató las cordoneras de sus deportivos y salió a correr. El aire penetraba en sus pulmones con cada bocanada, y ardían por el gran contraste de temperaturas. Su piel se tensaba, sus músculos se contraían. Notaba los labios tirantes y quebradizos. Centró su atención en su propio ritmo cardíaco, para a continuación concentrarse en la base rítmica de la música que escuchaba y adecuar sus pasos a ella.
45 minutos más tarde llegaba, acusando cierto cansancio, a su apartamento. Se encaminó al baño y se desnudó. Observó su cuerpo en el gran espejo que tenía frente a la ducha, y se metió bajo la cascada de agua con los ojos cerrados. Permaneció así una cantidad de tiempo indeterminada, con la mente en blanco, sintiendo el constante fluir del líquido sobre su cabeza y su cuerpo, hasta que se enjabonó, se enjuagó y salió de allí.
Envuelta en una gran toalla gris caminó en silencio hacia su habitación. La lanzó a la cama, cogió un suéter y un pantalón vaquero y se vistió.
Tras todo ello, se encaminó a su despacho. Era la estancia más grande de la casa, unos 25 metros cuadrados, con dos sofás y las paredes forradas de estanterías repletas de libros ordenados por temáticas: junto a la puerta se encontraban la física a un lado y la historia a otro, para dejar paso a la medicina, la psicología, la filosofía, la narrativa, la poesía y el teatro. Pero lo que más le agradaba de aquella estancia era la pared frontal. 5 metros y tres capas de cristal aislante le proporcionaban una sala con vistas al Central Park, pero también una quietud absoluta.
Colocó en el equipo de música Behind the Sun de Eric Clapton, cerró los ojos y dejó que los acordes de She's Waiting la envolviesen. Cuando la canción terminó, fue a buscar otra taza de café humeante, se dirigió al escritorio, abrió el portátil y miró al frente. Parecía que ni el amanecer que le guardaba las espaldas, ni el café especiado, ni el ejercicio matinal, ni la incesante lluvia de su ducha habían conseguido que aquello cambiase. Colocó las manos sobre el teclado y esperó. Que el asfixiante blanco del documento que la enfrentaba desapareciese no era más que cuestión de tiempo.
Same Old Blues acarició sus mejillas, besó su cuello y le hizo cosquillas en los brazos hasta que, al fin, sus manos comenzaron a moverse perezosas.
"La vida es como un buen blues. Intensa, amarga, cargada de sentimiento. Solo algunos la entienden, y muy pocos la disfrutan."
Sonrió para sí. La pesadilla había terminado.
Forgiven Princess
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