22.12.11

DIARIO DE UN TRIUNFADOR (II)

30-X-1988.

Querido diario: (Dios, Helena, ¿en serio estás haciendo esto otra vez?)

Sí, sé que hace varios meses que no escribo. ¿Qué esperabas? Esta ciudad tiene un ritmo de vida propio. O se lo sigues, o te largas. Hoy, por fin, he tenido un ratito para sentarme y contarte todo lo que ha pasado últimamente.

Ya no soy la chica con All Stars rotas y vaqueros destrozados con camisetas de Gamma Ray y Black Sabbath. Ahora soy una de esas deslumbrantes ejecutivas con maletín de cuero negro, uno de esos enormes y pesados teléfonos móviles, traje de chaqueta y falda gris oscuro y camisa roja, o morada, o añil, con tacones y toda la parafernalia restante. Una de esas mujeres a las que ves por la calle y dices: wow, ¿cómo puede conservarse tan bien? Debe ocupar un puesto de responsabilidad, no es posible que tenga tiempo para ir al gimnasio. Mírala, va andando a un metro del suelo.

Y, como una de ellas, os digo que es todo fachada. Un buen maquillaje esconde que te has levantado a las 5 de la mañana, para poder arreglarte y vestirte, y terminar ese puto informe que siempre te mandan hacer a 5 minutos de acabar y que has de entregar “mañana a primerísima hora sin falta”. Para ocultar que, tal vez, llevas dos semanas llorando desconsolada porque tu mejor amigo se ha pirado y sabes que tu novio te pone los cuernos con otrO, pero no reúnes valor para dejarlo porque, en el fondo, crees que si no permites tonterías como esas, acabarás sola para siempre, con ocho gatos y el pelo a lo Einstein.

Sabes que no es así, pero bah, ¿quién te va a decir otra cosa con 25 añitos? Mejor pégate la hostia y aprende, como hemos hecho todos. Es fantástico, fabuloso, pensar que todos saben que esa no es la actitud adecuada, o la idea correcta, que es un gran error que hagas lo que haces, y sin embargo te permiten hacerlo. Eso sí, después irán a consolarte y decirte qué debías haber hecho, pero siempre, SIEMPRE, después.

Como habrás adivinado, Rob se ha ido. Tras su último escarmiento amoroso, decidió coger sus trastos y pirarse al sur, a Los Ángeles, para huir de todo. Maldita reina del drama estás hecho, Rob.

En cuanto a lo del novio, sí, bueno, Josh me engaña... ¿Y qué? No tengo tiempo ni para romper con él. Prefiero que se tire a otro siempre que cuando llego a casa él esté ahí para abrazarme y llevarme a la cama cuando me duerma. El sexo... Bueno, seguimos haciéndolo como antes, así que tampoco me parece preocupante la situación.

Kaley dice que soy imbécil, que me merezco algo mejor, alguien que me quiera sólo para sí, que me asegure que quiere estar conmigo el resto de sus días. Ya, claro, ¿y de dónde saco el tiempo para buscarle? ¿Va a caer del cielo? ¿Un ángel enamorado perdidamente de mí? Y mejor que eso, ¿cómo saco tiempo para mantenerlo después? Entre el trabajo, el gimnasio y arreglar todo lo que le pasa al piso, no tengo tiempo para preocupaciones vanales como qué será de Helena cuando cumpla los 60.

Simplemente, no puedo permitirme perder lo único que me da algo de estabilidad hoy por hoy. Que se tira a otro, pues mira, que le cunda, no me preocupa. Josh es mi mejor amigo, mi confidente, mi compañero y mi amante. No necesito amor verdadero, de ese que hace que se te doblen las rodillas. Me conformo con lo que tengo, ni más, ni menos.

Mi jefe es un auténtico cerdo. Es el típico tío de unos 50 años, con una buena tripa, aspecto de depravado y una risa que le helaría la sangre a Lucifer. De esos que se creen graciosos y unos genios por haber sacado a flote una empresa de mierda tras la crisis del petróleo del 79. Vale, quizás no una empresa de mierda, pero eso no es ser un genio, es elegir un producto y contratar a gente competente. Al fin y al cabo, su papel aquí es venir, acosar sexualmente a una o dos empleadas, gritarle un poco al becario de turno y pedir un gráfico de productividad. Cada 7 u 8 meses, echa a alguien al azar, y a los tres o cuatro días, le readmite. Una verdadera lumbrera de hombre, ¿eh?

En fin, qué voy a decirte... Ah, sí. Ayer me llamaron de Burke, Fletcher and Jones. Son una importante empresa nacional que quiere abrirse al mercado mundial creando nuevas sedes en Berlín, Tokyo, Toronto, Sidney, Estambul, San Petesburgo y Ciudad del Cabo para empezar, y aumentando después su presencia en África y Sudamérica. Y adivina qué. Quieren formarme como jefa de sede. Aún no tienen claro dónde me destinarán, pero seguro que será un lugar genial. ¿Te imaginas? Helena Janson en Tokyo. Otra ciudad que no duerme, pero con otra forma totalmente distinta de entender la vida. Aunque no sé si podría vivir entre terremotos, me moriría de miedo seguro. Tal vez Sidney. Australia tiene que ser preciosa, y un cambio de aires no me vendría nada mal.

En fin, sé que esto te aburre soberanamente, así que te hablaré de mi experiencia en el mundo empresarial a nivel antropológico. Como temía, las otras candidatas eran espectaculares. Y con espectaculares quiero decir rubias, altamente atractivas, cualificadas y demás. Pero eran planas de personalidad, como clones. Supongo que las universidades de lujo, cuando son pagadas por papi y no por becas, son fábricas de ejecutivas preciosas, sexys y socialmente inútiles, aunque... ¿A quién le importa? Están buenas y trabajan bien, el 90% no necesita nada más.

Gracias al cielo, mi primer jefe, Nick, era del otro 10%. Un joven emprendedor de los que necesita un equipo con carácter, con valores e ideas innovadoras. Lamentablemente, su empresa no iba tan bien como debía y tuvo que fusionarse con la empresa de Samuel Astrich, a cambio de que este mantuviese a su plantilla. Así, Nick pasó de ser mi jefe a ser mi colega en menos de dos meses. Es un gran chico, pero desde entonces ha cambiado radicalmente, está decaido y muy triste, supongo que pronto pedirá una baja por depresión.

En cuanto a los compañeros, son un arma de doble filo. En ciertas ocasiones, cuando vas a medias con ellos, pueden ser el arma decisiva para conseguir una gran cuenta. Sin embargo, ya van tres veces en las que podría haber cerrado un gran negocio yo sola y misteriosamente el cliente se echa atrás en el último momento.

Todos buscamos ser amables con los demás, pero lo cierto es que esto es un nido de víboras.

Me voy corriendo, que Josh me va a matar por llegar tarde al cine. Espero no tardar tanto en volver la próxima vez.

HJ.

1 comentario:

María Sarmiento dijo...

*plas, plas, plas* Genial, la continuación, pequeña. Sólo un pequeño error: en el párrafo 8 (sin contar la fecha, pero sí el saludo) cuando habla de la Helena de 60 años, pones vanales, y es banales, con B. Vano y banal. :)