4.10.09

Ella, la arena, el Sol y el mar


Alice miraba melancólica una puesta de sol a las orillas de una preciosa playa mediterránea. ¿Había pasado tanto tiempo? No se lo parecía... El agua era igual, la arena era la misma, y el brillo del Sol era tan cálido y amargamente alegre como siempre.

Cogió agua entre sus manos, y miró su reflejo. Aún era joven, pero el paso del tiempo mellaba sus mejillas. La redondez infantil había desaparecido tiempo atrás del óvalo de su rostro. Sus ojos reflejaban la frialdad y dureza que se espera del gris acerado, y la inocencia que los hacía brillar había sido violada por la realidad.

Su negro cabello caía en largas ondas sobre sus hombros, e incluso iba un poco más allá, por su pecho y su espalda, y al moverse con la brisa le hacía cosquillas suavemente.

Soltó el agua, y olió el mar. Salitre, algas... Había echado de menos aquello. Al fin y al cabo, ya llevaba 10 años sin volver. A lo lejos escuchaba una pequeña reunión de amigos, en una casa interna en el bosquecillo que bordeaba la playa. De él se desprendía el olor de los pinos y demás coníferas que lo componían. Imaginó que estaba en otro lugar, en el oeste de Grecia, donde había conocido a Neera, con la que pasó 3 grandes años. Cuantos recuerdos, cuantos buenos y desgarradores recuerdos...

El viento trajo consigo un aroma peculiar, que la devolvió al lugar en el que estaba como un anzuelo saca al pez del agua. Aquel perfume... No podía ser él. Se marchó cuando ella tenía 18 años, y desde entonces nadie supo nada de él. No podía ser él.

Habían pasado 15 años, pero ni siquiera sus mejores amigos habían sabido de él... Y ahora, precisamente ahora, ¿él había vuelto? Sin duda el destino de Johann era agriar sus momentos dulces, enturbiar su paz, remover su calma... Y ella no podía hacer nada para evitarlo.

En su interior un gran combate tenía lugar. Las ganas de girarse y descubrir su sonrisa, su pelo rojizo ensortijado y sus ojos color miel eran enormes... Y el odio, la necesidad de explicaciones no recibidas, la ira y otros sentimientos igualmente malos estaban allí. ¿Qué hacer? Decidió esperar.

La embriagadora fragancia continuaba siendo arrastrada por la brisa marina, pero por mucho que ella esperaba, él no se acercaba a tirarla a la arena. Un tanto mosqueada por la broma de su... De Johann, decidió darse la vuelta y cantarle las 40 a voz en grito.

¿Cantarle las 40 a qué? Allí sólo estaban ella, la arena, el Sol y el mar.

Forgiven Princess

3 comentarios:

Gabriel Miseria Rock dijo...

Grande Princesa... muy grande lo que escribes ;)

y que pena no haber visto tu entrada de Janis antes... me pillé hace poco un cd de ella recopilatorio, y entre canción y canción recitaban cartas que había escrito durante su vida, muy enorme ^^

Un abrazo y no lo olvide, algunos seguimos siendo fieles a su reino ;)

anapedraza dijo...

¡Hola Princesa!

Me encanta leerte, ¡me ha encantado tu post!

¡Un abrazo!

MIGUEL

Mevalerym dijo...

De verdad muy hermoso..

saludos!